Buscando ese no sé qué
"Fotografiar es un arte raro, porque no se puede mostrar las cosas abiertamente, sino dando pistas, desvelando solo lo justo, para que la imagen completa esté en la mirada y en la imaginación del espectador". Josef Sudek.
lunes, 7 de julio de 2014
Muchos mundos en una misma ciudad
Transitar sus calles es como hacerlo por los pasillos de una galería de arte al aire libre. Su historia, llena de matices y períodos pasados y contemporáneos, sigue en pie aunque permanece difuminada por el veloz presente que la hace cambiar a cada milésima de segundo, haciéndote sentir desactualizado todo el tiempo; clásico, aún sin creer serlo. Cualquier hecho parece reinventarse a cada momento de tal forma que te paraliza ante la imposibilidad de cambiar a su ritmo. Por momentos te supera, al tiempo que sientes que es eso lo que te atrae de esta ciudad: el reto al que te somete continuamente y que te sitúa entre los límites del ayer, del hoy y del cómo imaginamos que puede llegar a ser el mañana.
Sin embargo, y por suerte, Berlín se resiste.
Transitar sus calles es como hacerlo por los pasillos de una galería de arte al aire libre. Su historia, llena de matices y períodos pasados y contemporáneos, sigue en pie aunque permanece difuminada por el veloz presente que la hace cambiar a cada milésima de segundo, haciéndote sentir desactualizado todo el tiempo; clásico, aún sin creer serlo. Cualquier hecho parece reinventarse a cada momento de tal forma que te paraliza ante la imposibilidad de cambiar a su ritmo. Por momentos te supera, al tiempo que sientes que es eso lo que te atrae de esta ciudad: el reto al que te somete continuamente y que te sitúa entre los límites del ayer, del hoy y del cómo imaginamos que puede llegar a ser el mañana.
En
Berlín resulta fácil ser uno más, porque
nadie se extraña de que no puedas serlo.
No son tus rasgos ni tu color de piel o de pelo lo que te delata,
sino el alemán (el
idioma, claro).
Alrededor
de una cuarta parte de los 3,5 millones de sus habitantes proviene de otro
país. Son varias las
generaciones de inmigrantes
lo que hace
posible que
esta ciudad sea
hoy lo
que es. Su pasado y ser capital de un país próspero, lo que lo ha
permitido.
Escuelas
vacías convertidas en casas okupas para inmigrantes sin papeles;
refugiados que comparten techo, vivencias, historias, costumbres y
vida con propios berlineses que creyeron que reutilizar y compartir
era mejor forma de vida que poseer, desde hace unos años ven
peligrar su subsistencia. “Berlín ya no es lo que era”, comentan
quienes conocen bien y desde hace años esta ciudad.
Pero
es indudable que la creatividad sigue naciendo cada día impulsada
por las diferentes culturas que encontraron cobijo en la ciudad y
que la hacen crecer a borbotones como la naturaleza, casi selvática,
a los márgenes del río Spree que recorre las orillas donde se
sitúan sus barrios más interesantes. Maduraron a su amparo a partir
de 1989, bajo la invención de nuevas formas de vida con pocas
reglas que le dieron distinción, la misma que hoy pone en peligro
parte de su supervivencia por la avidez del sistema capitalista que
insiste en dejar claro que fue él quien se alzo con el triunfo. El
aburguesamiento y lo cool se
impone a la no impostura, algo poco valorado por el
establishment actual, en Berlín o en cualquier otra parte del mundo,
que desprecia la libertad de poder elegir ser una misma.
Sin embargo, y por suerte, Berlín se resiste.
Desde el año 2000 existe esta caseta de control idéntica a la original del Checkpoint Charlie. |
Algunas pinturas de la East Side Gallery, una galería de arte al aire libre que decora los 1.316 metros de lo que quedó en pie del muro de Berlín |
Taciturna rebeldía convertida en negocio
Un pequeño pueblo pesquero al lado del mar llegó a convertirse en una de las urbes más prósperas de Europa símbolo, aún hoy en el imaginario colectivo, de la tolerancia y la libertad.
Un pequeño pueblo pesquero al lado del mar llegó a convertirse en una de las urbes más prósperas de Europa símbolo, aún hoy en el imaginario colectivo, de la tolerancia y la libertad.
La
dependencia a
España con
la colonización de América
le
abrió
nuevas oportunidades como
la de convertirse,
tras Lisboa, en el puerto más importante del mundo. Se especializó
en el comercio de granos y de armamento y fue sede de la reventa de
las especias procedentes de la India.
En
el siglo XVII, su primer Siglo de Oro, se construyó el Ayuntamiento
de la Plaza de Dam y la ciudad se convierte en residencia de
intelectuales y artistas como Rembrandt, Spinoza o Descartes que,
huyendo de las guerras que asolaban Europa, buscaron refugio, algo
que Amsterdam supo ofrecer y aprovechar en pos de la construcción de
la capital cultural en la que se convertiría.
Tampoco
desaprovechó la llegada de judíos expulsados de España y de otras
zonas, y con ellos, su riqueza que convirtieron a Amsterdam en el
centro internacional de piedras y metales preciosos.
El
transporte de esclavos de África a América, tras la creación en
1664 de la Compañía de las Indias Occidentales, y su banca le
proporcionó nueva riqueza que permitió su Segundo Siglo de Oro de
la mano de la revolución industrial, que en el siglo XIX propició
la transformación de su urbanismo considerablemente: nuevos museos,
la Estación Central, el Concertgebouw y la apertura de nuevos
canales que hoy recorren más de 100 kilómetros con unos 1.500
puentes que los cruzan.
Durante
la Segunda Guerra Mundial, al no poderse mantener “neutral” como
sí lo hizo en la Primera, Amsterdam vivirá una de sus páginas más
negras debido a la invasión nazi: 100.000 judíos fueron deportados
a los campos de exterminio. Una de las víctimas fue la celebre Ana
Frank, de la que en la ciudad todavía se conserva la casa -hoy un
museo- donde la joven dejó constancia en su diario de las penurias
sufridas por la intolerancia nazi.
Pese
a ese pasado de explotación e injusticia que hizo posible su
presente prosperidad, sería ingrato no reconocerle a Amsterdam ser
cuna de la generación que creo la base de la conciencia de la Europa
de la posguerra, antes del mayo del 68 en París o el movimiento
estudiantil alemán o italiano.
El
movimiento Provo (provocador), considerado por muchos sociólogos
como el precursor
del
movimiento juvenil contra toda estructura de poder, se
anticipó en denunciar la irracionalidad de la política económica
de la Europa central y los peligros que entraña la sociedad del
bienestar, sobre todo y especialmente (teniendo en cuenta el contexto
de los años 60), para los países en vías de desarrollo.
Los
anarquistas provo militaron a favor del
ecologismo en Europa,
consiguiendo
poner
el dedo en la llaga contra la irracional destrucción de recursos
naturales de nuestro planeta. Una de sus primeras consignas, que
ha
perdurado
a lo largo del tiempo, fue la implantación de la bicicleta como
medio de transporte.
La
vida del movimiento Provo fue efímera, apenas 3 años, pero abrirá
las puertas en Amsterdam a ideologías que concebirán nuevas formas
de actuación social, como las aportadas por el movimiento hippie y
el Squatters (okupa).
De
la Amsterdam que un día fue refugio de hippies poco queda debido a
la transformación que está sufriendo la ciudad desde hace décadas
hacia un gran centro de negocios cosmopolita. Pese a ello, la
cultura del pensamiento libre y la vida colectiva sigue estando
presente, y no por los locales en los que te permiten de forma legal
consumir ciertas sustancias tóxicas, ni tampoco por permitir la
exhibición de mujeres prostituidas (en su gran mayoría extranjeras
procedentes de países menos desarrollados) expuestas en escaparates
para el consumo del hombre occidental, ya que esto está reservado
casi exclusivamente para el reclamo turismo; sino en la conservación
de viejas iglesias trasformadas en centros culturales públicos o
salas de conciertos, la conciencia política, también en los jóvenes
actuales, y en los índices de lectura...
Gran
parte de la obra de uno de los pintores holandeses más ilustres vive
presa entre las paredes del
museo
más visitado de la ciudad a
15 euros la entrada, pese a nacer con la intención de
ser libre. Una paradoja, como la
vida del propio Van Gogh comparada
con su creación:
de personalidad abrupta,
inestable, delirante... frente a la
madurez rupturista, segura
de sí misma, reflexiva
y sensata que representa su
obra.
Van Gogh, que murió pobre e incomprendido es hoy máximo exponente de la creación del arte moderno y uno de los iconos de Amsterdam, una ciudad cuya personalidad desde hace tiempo se ha vuelto políticamente correcta. La misma corrección con la que se observan hoy sus obras a pesar de que con ellas quiso hacer tambalear los cimientos de la sociedad a la que pertenecía y que lo acabó (auto)destruyendo. Un hecho considerado en nuestros días como una simple anécdota.
¿Qué
soy yo a los ojos de la mayoría de la gente? ¿Un don nadie? ¿Un
excéntrico? ¿Una persona desagradable?
Alguien
que ni tiene ni tendrá una posición en la sociedad. En resumen, lo
más bajo.
Bueno,
aunque esto fuera absolutamente cierto, algún día este don nadie
quiere mostrar a la sociedad lo que tiene en su corazón.
lunes, 23 de septiembre de 2013
La cotidianidad de lo exótico
El viaje comienza cuando empiezas a soñarlo. Fotos, documentales, relatos, experiencias de personas que han viajado a ese mismo lugar, algunos libros... son cosas que te ayudan a hacerlo.
A pesar de todo eso si el destino es la India, por muy preparado que creas que vas, siempre acabará sorprendiéndote. Y mucho. Además este país tiene la capacidad de hacerlo cuando menos te lo esperas, y no necesariamente para bien. India es un lugar al que mostrarle indiferencia es prácticamente imposible.
La locura y la cordura, llevadas al extremo, se rozan a menudo y saltan chispas. El yin y el yang en estado puro: un país que adora a ciertos animales -a pesar de que esclaviza y mata a otros- y desprecia a menudo a las personas. Un país capaz de parir, alimentar y ensalzar a una figura como Gandhi (llena de luces y sombras), del mismo modo que acaba por asesinarlo, por completo y para siempre. Solo algún monumento, la estamba de su rostro en los billetes y alguna referencia en un museo, es todo lo que hemos encontrado de la supuesta filosofía y política que predicó y ayudó a liberar a la India. ¿La India liberada, de quién, de qué? Una pergunta que a lo largo del recorrido, nos viene a menudo a la cabeza.
Sin embargo, y a pesar de todo ello, en ciertos rincones, en ciertos momentos, la India te atrapa. Y quizás porque no has nacido allí ni vives allí, te dejas embaucar fácilmente y con gusto. Su magnetismo sibilino permanece agazapado en el interior de un templo cuyos rezos llegan a tus oídos como cantos de sirena, acompañados del dulce frescor de sus paredes de mármol añejo talladas a conciencia; o puede que te sorprenda a orillas del Ganges, entre el tañido de la perezosa intermitencia de una pequeña campana y el olor del verde de la pradera del Himalaya. Sea donde sea que ese magnetismo comience a ejercer su atracción sobre ti, déjate llevar. No pienses, no preguntes. Sólo siente. Intuye. Te ayudará a comprender mejor esta compleja, perpleja, loca e interesante, en muchas de sus vertientes, cultura.
La espectacularidad de sus monumentos la encontraras en las ciudades más caóticas, entre suciedad, extrema pobreza y una incesante crispación, debido fundamentalmente al tráfico, que por momentos se hace insoportable. Alejarte de las ciudades, te acerca a la humanización de la India. En las zonas rurales la vida para quien la puede desarrollar en ese entorno, se torna más amable. Eso es lo auténticamente divino: la naturaleza que llena de compasión edulcora el día a día de quienes tienen el privilegio (que son la minoría) de poder vivirlo junto a ella. Ahí es donde se encuentra la auténtica paz.
Las religiones fuente de conflictos a lo largo de la historia de la humanidad, aún hoy, confluyen en India como el Ganges lo hace en su desembocadura: de forma natural. Una multiplicidad de credos, con sus matices internos, se respetan (normalmente). El hinduismo -por hablar de la más extendida- no posee fundador, ya que no es una religión sino varias religiones diferentes, a las que erróneamente se les aplica el mismo nombre. Es un conjunto de creencias metafísicas, religiosas, cultos, costumbres y rituales que conforman una tradición, en la que no existen ni órdenes sacerdotales que establezcan un dogma único, ni una organización central. Dentro del hinduismo como cultura existe el teísmo, el deísmo, el politeísmo, el panteísmo, el agnosticismo y el ateísmo. El hinduismo está estructurado por varias religiones que son tan diversas como contrarias en sus formas, esto lo convierte en un credo respetuoso que acostumbra a sumar, no a dividir. Lo notarás en lo bien que se acoge a los curiosos viajeros que se acercan a observar los rituales, tanto dentro como fuera de sus templos, y en lo fácil que resulta participar en ellos.
Para tratar de empezar a ser nosotros mismos el cambio que queremos ver en el mundo, al visitar la India hazlo con la mente abierta y los sentidos (sobre todo el gusto, el olfato, el oído y la vista) dispuestos a ser acariciados con delicadeza y abofeteados con furia. Trata de no juzgar, sin antes saber, comprender... por difícil que resulte a veces. Y al volver: reflexiona.
El viaje comienza cuando empiezas a soñarlo. Fotos, documentales, relatos, experiencias de personas que han viajado a ese mismo lugar, algunos libros... son cosas que te ayudan a hacerlo.
A pesar de todo eso si el destino es la India, por muy preparado que creas que vas, siempre acabará sorprendiéndote. Y mucho. Además este país tiene la capacidad de hacerlo cuando menos te lo esperas, y no necesariamente para bien. India es un lugar al que mostrarle indiferencia es prácticamente imposible.
La locura y la cordura, llevadas al extremo, se rozan a menudo y saltan chispas. El yin y el yang en estado puro: un país que adora a ciertos animales -a pesar de que esclaviza y mata a otros- y desprecia a menudo a las personas. Un país capaz de parir, alimentar y ensalzar a una figura como Gandhi (llena de luces y sombras), del mismo modo que acaba por asesinarlo, por completo y para siempre. Solo algún monumento, la estamba de su rostro en los billetes y alguna referencia en un museo, es todo lo que hemos encontrado de la supuesta filosofía y política que predicó y ayudó a liberar a la India. ¿La India liberada, de quién, de qué? Una pergunta que a lo largo del recorrido, nos viene a menudo a la cabeza.
Sin embargo, y a pesar de todo ello, en ciertos rincones, en ciertos momentos, la India te atrapa. Y quizás porque no has nacido allí ni vives allí, te dejas embaucar fácilmente y con gusto. Su magnetismo sibilino permanece agazapado en el interior de un templo cuyos rezos llegan a tus oídos como cantos de sirena, acompañados del dulce frescor de sus paredes de mármol añejo talladas a conciencia; o puede que te sorprenda a orillas del Ganges, entre el tañido de la perezosa intermitencia de una pequeña campana y el olor del verde de la pradera del Himalaya. Sea donde sea que ese magnetismo comience a ejercer su atracción sobre ti, déjate llevar. No pienses, no preguntes. Sólo siente. Intuye. Te ayudará a comprender mejor esta compleja, perpleja, loca e interesante, en muchas de sus vertientes, cultura.
La espectacularidad de sus monumentos la encontraras en las ciudades más caóticas, entre suciedad, extrema pobreza y una incesante crispación, debido fundamentalmente al tráfico, que por momentos se hace insoportable. Alejarte de las ciudades, te acerca a la humanización de la India. En las zonas rurales la vida para quien la puede desarrollar en ese entorno, se torna más amable. Eso es lo auténticamente divino: la naturaleza que llena de compasión edulcora el día a día de quienes tienen el privilegio (que son la minoría) de poder vivirlo junto a ella. Ahí es donde se encuentra la auténtica paz.
Las religiones fuente de conflictos a lo largo de la historia de la humanidad, aún hoy, confluyen en India como el Ganges lo hace en su desembocadura: de forma natural. Una multiplicidad de credos, con sus matices internos, se respetan (normalmente). El hinduismo -por hablar de la más extendida- no posee fundador, ya que no es una religión sino varias religiones diferentes, a las que erróneamente se les aplica el mismo nombre. Es un conjunto de creencias metafísicas, religiosas, cultos, costumbres y rituales que conforman una tradición, en la que no existen ni órdenes sacerdotales que establezcan un dogma único, ni una organización central. Dentro del hinduismo como cultura existe el teísmo, el deísmo, el politeísmo, el panteísmo, el agnosticismo y el ateísmo. El hinduismo está estructurado por varias religiones que son tan diversas como contrarias en sus formas, esto lo convierte en un credo respetuoso que acostumbra a sumar, no a dividir. Lo notarás en lo bien que se acoge a los curiosos viajeros que se acercan a observar los rituales, tanto dentro como fuera de sus templos, y en lo fácil que resulta participar en ellos.
Para tratar de empezar a ser nosotros mismos el cambio que queremos ver en el mundo, al visitar la India hazlo con la mente abierta y los sentidos (sobre todo el gusto, el olfato, el oído y la vista) dispuestos a ser acariciados con delicadeza y abofeteados con furia. Trata de no juzgar, sin antes saber, comprender... por difícil que resulte a veces. Y al volver: reflexiona.
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