lunes, 23 de septiembre de 2013

La cotidianidad de lo exótico

El viaje comienza cuando empiezas a soñarlo. Fotos, documentales, relatos, experiencias de personas que han viajado a ese mismo lugar, algunos libros... son cosas que te ayudan a hacerlo.
A pesar de todo eso si el destino es la India, por muy preparado que creas que vas, siempre acabará sorprendiéndote. Y mucho. Además este país tiene la capacidad de hacerlo cuando menos te lo esperas, y no necesariamente para bien. India es un lugar al que mostrarle indiferencia es prácticamente imposible.

La locura y la cordura, llevadas al extremo, se rozan a menudo y saltan chispas. El yin y el yang en estado puro: un país que adora a ciertos animales -a pesar de que esclaviza y mata a otros- y desprecia a menudo a las personas. Un país capaz de parir, alimentar y ensalzar a una figura como Gandhi (llena de luces y sombras), del mismo modo que acaba por asesinarlo, por completo y para siempre. Solo algún monumento, la estamba de su rostro en los billetes y alguna referencia en un museo, es todo lo que hemos encontrado de la supuesta filosofía y política que predicó y ayudó a liberar a la India. ¿La India liberada, de quién, de qué? Una pergunta que a lo largo del recorrido, nos viene a menudo a la cabeza.

Sin embargo, y a pesar de todo ello, en ciertos rincones, en ciertos momentos, la India te atrapa. Y quizás porque no has nacido allí ni vives allí, te dejas embaucar fácilmente y con gusto. Su magnetismo sibilino permanece agazapado en el interior de un templo cuyos rezos llegan a tus oídos como cantos de sirena, acompañados del dulce frescor de sus paredes de mármol añejo talladas a conciencia; o puede que te sorprenda a orillas del Ganges, entre el tañido de la perezosa intermitencia de una pequeña campana y el olor del verde de la pradera del Himalaya. Sea donde sea que ese magnetismo comience a ejercer su atracción sobre ti, déjate llevar. No pienses, no preguntes. Sólo siente. Intuye. Te ayudará a comprender mejor esta compleja, perpleja, loca e interesante, en muchas de sus vertientes, cultura.

La espectacularidad de sus monumentos la encontraras en las ciudades más caóticas, entre suciedad, extrema pobreza y una incesante crispación, debido fundamentalmente al tráfico, que por momentos se hace insoportable. Alejarte de las ciudades, te acerca a la humanización de la India. En las zonas rurales la vida para quien la puede desarrollar en ese entorno, se torna más amable. Eso es lo auténticamente divino: la naturaleza que llena de compasión edulcora el día a día de quienes tienen el privilegio (que son la minoría) de poder vivirlo junto a ella. Ahí es donde se encuentra la auténtica paz.

Las religiones fuente de conflictos a lo largo de la historia de la humanidad, aún hoy, confluyen en India como el Ganges lo hace en su desembocadura: de forma natural. Una multiplicidad de credos, con sus matices internos, se respetan (normalmente). El hinduismo -por hablar de la más extendida- no posee fundador, ya que no es una religión sino varias religiones diferentes, a las que erróneamente se les aplica el mismo nombre. Es un conjunto de creencias metafísicas, religiosas, cultos, costumbres y rituales que conforman una tradición, en la que no existen ni órdenes sacerdotales que establezcan un dogma único, ni una organización central. Dentro del hinduismo como cultura existe el teísmo, el deísmo, el politeísmo, el panteísmo, el agnosticismo y el ateísmo. El hinduismo está estructurado por varias religiones que son tan diversas como contrarias en sus formas, esto lo convierte en un credo respetuoso que acostumbra a sumar, no a dividir. Lo notarás en lo bien que se acoge a los curiosos viajeros que se acercan a observar los rituales, tanto dentro como fuera de sus templos, y en lo fácil que resulta participar en ellos.

Para tratar de empezar a ser nosotros mismos el cambio que queremos ver en el mundo, al visitar la India hazlo con la mente abierta y los sentidos (sobre todo el gusto, el olfato, el oído y la vista) dispuestos a ser acariciados con delicadeza y abofeteados con furia. Trata de no juzgar, sin antes saber, comprender... por difícil que resulte a veces. Y al volver: reflexiona.

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