lunes, 7 de julio de 2014

Taciturna rebeldía convertida en negocio


Un pequeño pueblo pesquero al lado del mar llegó a convertirse en una de las urbes más prósperas de Europa símbolo, aún hoy en el imaginario colectivo, de la tolerancia y la libertad.
La dependencia a España con la colonización de América le abrió nuevas oportunidades como la de convertirse, tras Lisboa, en el puerto más importante del mundo. Se especializó en el comercio de granos y de armamento y fue sede de la reventa de las especias procedentes de la India.

En el siglo XVII, su primer Siglo de Oro, se construyó el Ayuntamiento de la Plaza de Dam y la ciudad se convierte en residencia de intelectuales y artistas como Rembrandt, Spinoza o Descartes que, huyendo de las guerras que asolaban Europa, buscaron refugio, algo que Amsterdam supo ofrecer y aprovechar en pos de la construcción de la capital cultural en la que se convertiría.
Tampoco desaprovechó la llegada de judíos expulsados de España y de otras zonas, y con ellos, su riqueza que convirtieron a Amsterdam en el centro internacional de piedras y metales preciosos.

El transporte de esclavos de África a América, tras la creación en 1664 de la Compañía de las Indias Occidentales, y su banca le proporcionó nueva riqueza que permitió su Segundo Siglo de Oro de la mano de la revolución industrial, que en el siglo XIX propició la transformación de su urbanismo considerablemente: nuevos museos, la Estación Central, el Concertgebouw y la apertura de nuevos canales que hoy recorren más de 100 kilómetros con unos 1.500 puentes que los cruzan.

Durante la Segunda Guerra Mundial, al no poderse mantener “neutral” como sí lo hizo en la Primera, Amsterdam vivirá una de sus páginas más negras debido a la invasión nazi: 100.000 judíos fueron deportados a los campos de exterminio. Una de las víctimas fue la celebre Ana Frank, de la que en la ciudad todavía se conserva la casa -hoy un museo- donde la joven dejó constancia en su diario de las penurias sufridas por la intolerancia nazi.

Pese a ese pasado de explotación e injusticia que hizo posible su presente prosperidad, sería ingrato no reconocerle a Amsterdam ser cuna de la generación que creo la base de la conciencia de la Europa de la posguerra, antes del mayo del 68 en París o el movimiento estudiantil alemán o italiano.

El movimiento Provo (provocador), considerado por muchos sociólogos como el precursor del movimiento juvenil contra toda estructura de poder, se anticipó en denunciar la irracionalidad de la política económica de la Europa central y los peligros que entraña la sociedad del bienestar, sobre todo y especialmente (teniendo en cuenta el contexto de los años 60), para los países en vías de desarrollo.

Los anarquistas provo militaron a favor del ecologismo en Europa, consiguiendo poner el dedo en la llaga contra la irracional destrucción de recursos naturales de nuestro planeta. Una de sus primeras consignas, que ha perdurado a lo largo del tiempo, fue la implantación de la bicicleta como medio de transporte.

La vida del movimiento Provo fue efímera, apenas 3 años, pero abrirá las puertas en Amsterdam a ideologías que concebirán nuevas formas de actuación social, como las aportadas por el movimiento hippie y el Squatters (okupa).

De la Amsterdam que un día fue refugio de hippies poco queda debido a la transformación que está sufriendo la ciudad desde hace décadas hacia un gran centro de negocios cosmopolita. Pese a ello, la cultura del pensamiento libre y la vida colectiva sigue estando presente, y no por los locales en los que te permiten de forma legal consumir ciertas sustancias tóxicas, ni tampoco por permitir la exhibición de mujeres prostituidas (en su gran mayoría extranjeras procedentes de países menos desarrollados) expuestas en escaparates para el consumo del hombre occidental, ya que esto está reservado casi exclusivamente para el reclamo turismo; sino en la conservación de viejas iglesias trasformadas en centros culturales públicos o salas de conciertos, la conciencia política, también en los jóvenes actuales, y en los índices de lectura...

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