Transitar sus calles es como hacerlo por los pasillos de una galería de arte al aire libre. Su historia, llena de matices y períodos pasados y contemporáneos, sigue en pie aunque permanece difuminada por el veloz presente que la hace cambiar a cada milésima de segundo, haciéndote sentir desactualizado todo el tiempo; clásico, aún sin creer serlo. Cualquier hecho parece reinventarse a cada momento de tal forma que te paraliza ante la imposibilidad de cambiar a su ritmo. Por momentos te supera, al tiempo que sientes que es eso lo que te atrae de esta ciudad: el reto al que te somete continuamente y que te sitúa entre los límites del ayer, del hoy y del cómo imaginamos que puede llegar a ser el mañana.
En
Berlín resulta fácil ser uno más, porque
nadie se extraña de que no puedas serlo.
No son tus rasgos ni tu color de piel o de pelo lo que te delata,
sino el alemán (el
idioma, claro).
Alrededor
de una cuarta parte de los 3,5 millones de sus habitantes proviene de otro
país. Son varias las
generaciones de inmigrantes
lo que hace
posible que
esta ciudad sea
hoy lo
que es. Su pasado y ser capital de un país próspero, lo que lo ha
permitido.
Escuelas
vacías convertidas en casas okupas para inmigrantes sin papeles;
refugiados que comparten techo, vivencias, historias, costumbres y
vida con propios berlineses que creyeron que reutilizar y compartir
era mejor forma de vida que poseer, desde hace unos años ven
peligrar su subsistencia. “Berlín ya no es lo que era”, comentan
quienes conocen bien y desde hace años esta ciudad.
Pero
es indudable que la creatividad sigue naciendo cada día impulsada
por las diferentes culturas que encontraron cobijo en la ciudad y
que la hacen crecer a borbotones como la naturaleza, casi selvática,
a los márgenes del río Spree que recorre las orillas donde se
sitúan sus barrios más interesantes. Maduraron a su amparo a partir
de 1989, bajo la invención de nuevas formas de vida con pocas
reglas que le dieron distinción, la misma que hoy pone en peligro
parte de su supervivencia por la avidez del sistema capitalista que
insiste en dejar claro que fue él quien se alzo con el triunfo. El
aburguesamiento y lo cool se
impone a la no impostura, algo poco valorado por el
establishment actual, en Berlín o en cualquier otra parte del mundo,
que desprecia la libertad de poder elegir ser una misma.
Sin embargo, y por suerte, Berlín se resiste.
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