Gran
parte de la obra de uno de los pintores holandeses más ilustres vive
presa entre las paredes del
museo
más visitado de la ciudad a
15 euros la entrada, pese a nacer con la intención de
ser libre. Una paradoja, como la
vida del propio Van Gogh comparada
con su creación:
de personalidad abrupta,
inestable, delirante... frente a la
madurez rupturista, segura
de sí misma, reflexiva
y sensata que representa su
obra.
Van Gogh, que murió pobre e incomprendido es hoy máximo exponente de la creación del arte moderno y uno de los iconos de Amsterdam, una ciudad cuya personalidad desde hace tiempo se ha vuelto políticamente correcta. La misma corrección con la que se observan hoy sus obras a pesar de que con ellas quiso hacer tambalear los cimientos de la sociedad a la que pertenecía y que lo acabó (auto)destruyendo. Un hecho considerado en nuestros días como una simple anécdota.
¿Qué
soy yo a los ojos de la mayoría de la gente? ¿Un don nadie? ¿Un
excéntrico? ¿Una persona desagradable?
Alguien
que ni tiene ni tendrá una posición en la sociedad. En resumen, lo
más bajo.
Bueno,
aunque esto fuera absolutamente cierto, algún día este don nadie
quiere mostrar a la sociedad lo que tiene en su corazón.
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