lunes, 20 de septiembre de 2010


¿Cielo, Infierno, qué importa?,

al fondo de lo ignoto para encontrar lo nuevo! (Baudelaire)

Donde el tiempo no transcurre. Donde todos los relojes de arena han sido vaciados. La historia te golpea, pálida, en el rostro. Ciudad de locos y vendedores ambulantes locos, ¿como habitar ese presente sin siquiera evitar fingir una cuota de locura?. Donde un cementerio comparte cama con las almas muertas en vida, con los olvidados, los que surgen desde dentro de cualquier marco de cualquier fotografía. El día brilla como un diamante sobre la arena, la brisa cálida del eterno verano. Los mapas en la piel de la gente y de calles que huyen a perderse en algún zoco. El ojo mirón que curioso sobrevuela una plaza y derrama la vergüenza del que no pertenece.
Ahí están Diego y Rebeca buscando el no se qué. Mientras, cuando todo gira, en la silenciosa quietud, que ellos habitan con sus miradas,¿ como detener el tiempo en un papel?,¿ como plasmar el devenir de la vieja cultura circular? Van a raptar algunas sombras, ellos son los saqueadores de almas. Almas que se sospechan pobres como sus sombras.
Ciudad con sabor a castigo y soledad, pero más allá… están los nubios, encerrados en una flor, primitiva, rodeada de tormentas de arena, donde todo parece nacer por primera vez, donde la infancia es igual a tantas otras. Bebe el Nilo, sin cocodrilos por donde llorar, solo el jinete dromedario alberga la última lágrima en el vientre.
Y el ojo permanece siempre abierto. Se escuchan y se huelen los ojos que se abren en la dorada oscuridad. Entonces sus manos. Sus dedos se acercan, se acarician tibiamente, sin pensar nostálgicamente en la imagen que no pudo ser. Y solos, vestidos, en una ciudad de ciegos, observan una luna que yace como un hueso o como una boca que empaña el cristal, que posa por encima de las pirámides hacia la inmensidad.
Y la noche arriba, llena de ojos.

Para Diego y Rebeca con cariño.
Barcelona, 29 de septiembre de 2010.
Luciano.

1 comentario:

  1. Lucho,

    Muchas gracias por tu escrito, es precioso.


    Rebeca y Diego.

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